La arquitectura de la Torre de Londres se caracteriza por sus orígenes normandos, ejemplificados por la Torre Blanca. Este estilo primitivo, con sus enormes muros, líneas sencillas y diseño estratégico, refleja la necesidad de una formidable estructura defensiva tras la conquista normanda. A lo largo de los siglos, las ampliaciones posteriores introdujeron elementos de la arquitectura gótica, sobre todo en las torres y capillas añadidas durante los reinados de Enrique III y Eduardo I. El uso de distintos tipos de piedra, como la piedra de trapo de Kentish y la piedra de Caen, contribuye aún más a su carácter distintivo. Las posteriores restauraciones victorianas pretendían acentuar su aspecto medieval.